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El auditorio, una selecta representación de la clase alta de Kansas City, premió aquellas palabras con risas. —Sin embargo, voy a participar en esta competición y lo hago en la seguridad de que puedo ganar... Mi programa ya lo conocen ustedes. Limpieza de los bajos fondos, honestidad entre los administradores de los caudales públicos, lucha sin cuartel contra los planes familiares que monopolizan amplios sectores de nuestra industria y de nuestro comercio... Esa es la causa de que mis rivales me hayan calificado como un perdedor. Y yo me pregunto: ¿Es que este país, que consideramos desde ahora como un bastión de la democracia, va a dar un mal ejemplo al mundo? ¿Qué clase de democracia será la nuestra cuando la corrupción está a la orden del día? ¿Qué ejemplo podemos dar a las generaciones que nos sigan...? ¿No creen ustedes, damas y caballeros, que es interesante que yo participe en la carrera...?