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—Quiero darte una gran noticia, Laurie —dijo Tony Keenan—. He decidido casarme contigo. Laurie Wilson no pareció muy impresionada por las palabras que acababa de pronunciar el hombre que estaba sentado al otro lado de la mesa. A decir verdad, el propio Tony Keenan no estaba muy seguro de que ella las hubiese escuchado, al observar que los ojos de la joven miraban hacia el lugar donde se encontraba la orquesta. Tony volvió la cabeza y comprendió a qué se debía la distracción de Laurie. El tipo que tocaba la batería sonreía a Laurie mientras movía los maxilares, probablemente mascando goma. —Laurie… —dijo Tony levantando la barbilla—. Te está hablando el decimoctavo duque de Comemberg. —Oh, perdona, Tony —repuso Laurie.