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La fiesta estaba en su apogeo. El anfitrión era Vance Watson, el productor de películas, y hacía aquel gasto para celebrar que al día siguiente daría el primer golpe de manivela a la superproducción en tecnirama, 70 milímetros, sonido estereofónico, Noches de amor y crimen. Todo estaba dispuesto para que llegasen los protagonistas del la hermosa Luana Sherman, y el no menos hermoso Robert Francis. Las starlets sabían que, cuando llegase Luana, ella acapararía toda la atención, y aprovechaban bien su oportunidad. Una de ellas, pelirroja, estaba en lo alto de un piano y bailaba un twist. Pero sólo conseguía una pobre imitación de Ann Margret.