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Budd Bates vio la galera volcada, y un poco más allá al caballo muerto con las tripas al aire. Había tenido mala suerte el animal. Debió perder el equilibrio, y al caer se rasgó el vientre con el muñón de un tronco Era fácil suponerlo, porque había dejado tras sí una larga estela de sangre. Dio la vuelta a la galera, y entonces descubrió los cadáveres de los dos hombres. Uno estaba boca abajo, de bruces sobre la hierba, y le habían acribillado a balazos desde las nalgas, hasta la nuca. El otro miraba al cielo, los ojos muy abiertos. Le había entrado la bala justo por las fosas nasales, matándole instantáneamente.