Iniciar Sesión o Registrar
Para marcar un libro como favorito primero debe iniciar sesión
Los tres jinetes se movían acompasadamente sobre las sillas y en sus rostros se reflejaba el buen humor. El jinete del centro llevaba un extremo de la cuerda atada a la pera de la silla y de cuando en cuando daba un tirón y decía volviéndose hacia atrás: —Vamos, Kiff. Mueve esas piernas o tendré que llevarte a rastras. Al otro extremo de la cuerda, un viejo de sesenta años boqueaba por la falta de aliento y se arrastraba dificultosamente sobre las botas haciendo esfuerzos sobrehumanos para no venirse al suelo. —¡Pensad en vuestro padre, muchachos! ¡Tened piedad de mí!
Para marcar un libro como favorito primero debe iniciar sesión