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¿Qué sucede, Nat? Natalia Sands quitóse el abrigo, lo envolvió de cualquier modo y lo tiró sobre una silla. Luego, furiosa, se hundió en el borde de la turca donde su amiga se pulía lãs uñas, y encendió precipitadamente un cigarrillo. El muy cretino. ¿Quieres explicarte? ¿Quién es ese cretino? Mira por la ventana y verás masculló la preciosidad de Nat. Mira, mira. Quizá no se haya ido aún. Desi Farr, íntima de Nat Sands, rompió a reír comprendiéndola. Ya exclamó, sin dejar de sonreír burlonamente. Te refieres a tu misterioso perseguidor. ¿Crees que lo voy a poder resistir? Pero si el pobrecillo no se mete contigo. La heredera de los Sands linda, rubia, ojos azules como luceros, bonita y moderna se puso en pie y dio varias vueltas por la estancia como si el mismo demonio la persiguiera. Era esbelta y, aunque no !nuy alta, resultaba de un atractivo extraordinario. Gustaba a los hombres y todos ellos le hacían la corte. Pero Nat Sands tenía dieciocho años, un padre rico, una posición bárbara en el gran mundo y no pensaba encadenarse aún. No se mete conmigo masculló, con vocecilla chillona. ¿Pero qué diablos espera de mí ese adefesio?. ¿Lo has visto bien? Tiene cara de maton, de negrero. Y unos ojos que dan miedo, y una boca que parece que va a comérsela a una... El muy cretino... ¿Qué buscará en mí? Para contemplación ya estuvo bien. Si voy al club, me sigue; si salgo de casa a dar un paseo, lo llevo tras los talones; si entro en una sala de fiestas..., allí lo tengo como un clavo. Si voy al teatro, en el palco de enfrente lo veo quiera o no. ¿Qué piensas tú que ese tipo extraño quiere de mí? Cortejarte, sin duda rió Desi. Vaya forma de cortejar a una.
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