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Yoy Toscano estaba harta de oír hablar del señorito Rafael, el cual, según la servidumbre, se hallaba en Madrid en el último curso de ingeniero, y era, a juicio de Susana la cocinera, de Encarna el ama de llaves, y de Petra la encargada del comedor, un verdadero tarambana. Muy simpático, muy dicharachero, muy sencillo, pero... un punto filipino en cuestión de mujeres. Ella no le conocía. Por eso aquella tarde, cuando se recibió el telegrama, que hizo llegar a manos de su señora en seguida, se quedó un poco suspensa al oír la exclamación de gozo de su ama. Yoy, el señorito Rafael llega en el tren de mañana. Di a Encarna que disponga sus habitaciones.
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