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Buenas tardes. Hola, Emilio consultó el reloj. ¡Qué milagro, tú por aquí a estas horas! ¿No has ido a buscar a Celia? Emilio Santana alzóse de hombros con indiferencia. Tenía un cigarrillo entre los dedos y expelía el humo en abundancia. Era un hombre de veintiséis años. Rubio, alto, delgado, y con unos ojos azules de expresión apagada. ¿No vas bien con Celia? preguntó Rafael. Como siempre. ¿Tomamos algo? Tengo una sed abrasadora. Se encaminó al mostrador y se sentó en un alto taburete. Rafael lo imitó. Dos cervezas pidió sin preguntar a Rafael lo que deseaba. Rafael ya estaba habituado a las cosas de su amigo, y no protestó. Tomó un sorbo de cerveza y dijo: Es jueves, ¿no? Lo es. ¿No sacas a Celia los jueves? Y los domingos. Pues...
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