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Aplicó el ojo a su visual circular, cruzada por dos rectas perpendiculares, cruzadas exactamente en su centro, minuciosamente graduado. Su pupila, el centro de ambas rectas y el blanco propuesto, coincidieron de modo matemático unos momentos después. Apretó el gatillo fríamente. La detonación fue áspera, restallante. El potente rifle se agitó entre las firmes manos enguantadas del tirador. Pero la bala había salido ya, con milimétrica precisión, hacia su blanco.
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