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Sin duda era de noche porque la habitación estaba sumida en penumbras. Un hombre dormía atravesado sobre el lecho. Un hombre vestido solamente con unos pantalones grises y cuyo torso desnudo subía y bajaba a impulsos de la extraña y agitada respiración. Aquella respiración no era normal, pensó ella, sobrecogida por la proximidad del hombre al que debía matar. Algo le sucedía a él, no cabía duda.
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