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El inspector Gunner Moberg levantó un extremo de la manta que recubría al cadáver y sus facciones se crisparon en mueca de desagrado. El torso desnudo de la víctima aparecía destrozado a navajazos y lo mismo ocurría con el rostro. —Un ensañamiento cruel e innecesario —musitó incorporándose—. Bastaba la cuchillada que le atravesó el corazón. El sargento Víctor Gullberg asintió grave. —Así es, señor. Parece la obra de un loco.
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