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El radiotelegrafista entró en el despacho del general A. S. Percival, pero quedó turbado al ver la excitada reunión de aquellos militares. Por eso quedó con el mensaje en la mano, sintiendo que todos los presentes clavaban los ojos en él. Todos querían saber la respuesta, incluso antes que le entregase el mensaje al general Percival, que avanzó hacia él indagando: —¿Y bien, Roddy? —Ésta es la respuesta, señor.
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