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En Washington, los estrategas del Pentágono se equivocaron. La muerte del anciano dirigente norvietnamita Ho-Chi-Minh en setiembre de 1969, en vez de desanimar a sus guerrilleros comunistas del Vietcong, los reanimó en sus antiguas ansias expansivas para reunificar todo el país, lanzándose a una tenaz y sangrienta ofensiva contra el Gobierno sudvietnamita de Saigón. Por supuesto, aquella lucha fratricida venía desde muy lejos. Prácticamente desde el ya lejano 1940, cuando los japoneses ocuparon toda la Indochina y la Cochinchina francesa en el sudeste asiático durante la Segunda Guerra Mundial, al objeto de invadir también Malasia, Java, Singapur, las Filipinas y extenderse por todo el Pacífico.
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