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El banquillo de los acusados —cuando menos, aquel banquillo— tenía capacidad para doce personas.Y, en efecto, había doce personas sentadas en el banquillo.Ocho hombres y cuatro mujeres. La mayoría eran jóvenes. Ninguno de ellos era viejo. Dos o tres eran de edad madura, pero sin alcanzar el medio siglo.Las doce vestían de la misma manera: blusa ceñida, de tejido suave y esponjoso, fácilmente acomodable a la anatomía personal, y pantalones ajustados, y todo el conjunto era de un color gris nada agradable a la vista.En el lado izquierdo del pecho, cada acusado tenía una serie de letras y números, grabados en una tira de tela blanca. Era su cifra de identificación penitenciaria.
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