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En la gran antesala del Palacio Presidencial, Geoffrey Dawes. —Geo para los amigos— esperaba, junto con los demás periodistas acreditados, para asistir a la conferencia de prensa convocada para aquella mañana. En conjunto había un centenar de periodistas, representantes todos ellos de los rotativos de la inmensa ciudad de Nueva York o de las grandes agencias informativas de la misma, que difundían las noticias por el mundo entero y por los planetas del Sistema, a través de grandes cadenas de periódicos o de las más importantes emisoras de televisión.