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Cuando tañen las campanas de la abadía de St. Branok presagian desgracia. Angelet las oyó ese día fatídico en que encontró en la laguna a un extraño aterrador. Aquel día, ella y su primo Benedict, el héroe de su infancia, se enfrentaron con un mal que la lleva¬ría a ella al borde de la muerte y lo exiliaría a él al otro extremo del mundo. Ese día la vida de Angelet cambió para siempre. Destinada, aparentemente, a un matrimonio tan seguro y feliz como su infancia, se verá obligada a seguir a su marido a salvajes tierras australianas. Allí se hallan los yacimientos de oro y también su amado primo quien, además de rico y poderoso, es perturbadoramente atractivo. Dividida entre el dolor y el deseo, Angelet descubre en su propia naturaleza profundidades que le recuerdan la maldición de la laguna de St. Branok, de la que no puede escapar por más que se aleje de ella.