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En la institución, la carta del loco se repite machaconamente a cada tirada y los internos rezan su letanía, sentados en un andén donde nunca se detiene el tren de la vida. «Los que estamos aquí por fraternal condena, con vuestro látigo seamos bendecidos, que llantos, gritos y alaridos, por los guardianes de la mente, sean vencidos».