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No me entristece la muerte de mi marido. Denunciaré su desaparición en comisaría e interpretaré a la perfección el papel de esposa afligida, pero lo cierto es que me siento feliz cuando recuerdo que ya no volveré a verlo más. Habrá quien piense que soy una mala esposa, una ingrata que no ha sabido valorar todo lo que su marido ha hecho por ella o, incluso, una asesina desalmada. No perderé el tiempo en hacerle cambiar de opinión, pues aquel que piense de ese modo probablemente esté en lo cierto. No me arrepiento de lo que hice. A decir verdad, creo que incluso me siento orgullosa de ello. No pienso en la vida que arrebaté sino en todas las que salvé, incluida la mía propia